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                 nos” en el Noroeste, Norte y Centro de China. La gente dice, no sin
                 fundamento, que de la “restricción política” del Partido Comunista
                 ya se ha pasado a la “restricción militar”. Restringir al Partido Co-
                 munista equivale de hecho al anticomunismo, que constituye una
                 astuta y pérfida política de los japoneses y los Wang Ching-wei para
                 subyugar a China. He aquí por qué las masas se encuentran alarma-
                 das y perplejas y se comunican las noticias creyendo que va a repetirse
                 la tragedia de hace un decenio. Las cosas han ido ya bastante lejos
                 con las Matanzas de Pingchiang en Junán y de Chüeshan en Jonán;
                 el ataque al VIII Ejército perpetrado por Chang Yin-wu en Jopei;
                 la liquidación de unidades guerrilleras por Chin Chi-yung en Shan-
                 tung; la despiadada matanza de quinientos a seiscientos comunistas
                 cometida por Cheng Yu-juai en el Este de Jupei; los asaltos en gran
                 escala contra las fuerzas de guarnición del VIII Ejército desatados
                 por el Ejército Central en el Este de Kansú y, más recientemente, la
                 tragedia ocurrida en Shansí, donde el viejo ejército atacó al nuevo
                 y de paso invadió posiciones mantenidas por el VIII Ejército. Si no
                 se pone término inmediatamente a tales incidentes, ambas partes
                 estarán condenadas al desastre, y ¿qué esperanza habrá entonces de
                 obtener la victoria sobre el Japón? En interés de la unidad para la
                 Guerra de Resistencia, el gobierno debe ordenar el castigo de todos
                 los culpables de estas masacres y anunciar a todo el país que no se
                 permitirá que ocurran de nuevo incidentes parecidos. Este es el
                 cuarto punto que les pedimos aceptar y poner en práctica.
                    5.  Proteger a la juventud. Recientemente se han establecido cerca
                 de Sían campos de concentración, adonde han sido arrojados más de
                 setecientos jóvenes progresistas de las provincias del Noroeste y de
                 las Planicies Centrales; allí han sido sometidos a tortura mental
                 y física y tratados como delincuentes. Su situación es tan trágica que
                 la gente se horroriza al conocerla. ¿Qué crimen han cometido para
                 merecer tanta crueldad? La juventud es la flor y nata de la nación
                 y la juventud progresista, en particular, constituye nuestro tesoro más
                 preciado en la Guerra de Resistencia. Todos deben gozar de libertad
                 de convicción; las ideas no pueden ser suprimidas por la fuerza bruta.
                 Son conocidos de todo el mundo los crímenes cometidos durante los
                 diez años de “campañas de cerco y aniquilamiento en el terreno cul-
                 tural”, ¿por qué entonces querer repetirlos hoy? El gobierno debe
                 dictar inmediatamente una orden para todo el país de protección a
                 la juventud, supresión de los campos de concentración cercanos a
                 Sían y estricta prohibición de los desafueros contra la juventud en
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