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CONSTRUYAMOS UNA COMUNIDAD DE DESTINO DE LA HUMANIDAD


                Señoras y señores, amigos:
                    Hay un principio fundamental muy simple: el trabajo sólido tiene
                prioridad. La clave de la construcción de una comunidad de destino de
                la humanidad está en la acción. A mi juicio, la comunidad internacional
                debería centrar sus esfuerzos en ámbitos como las relaciones de
                asociación, la disposición de la seguridad, el desarrollo de la economía,
                los intercambios entre civilizaciones y la construcción ecológica.
                    — Perseveremos en el diálogo y las consultas como med ios para
                construir un mundo con una paz duradera. Cuando entre los países hay
                paz, hay seguridad en el mundo; cuando hay confrontaciones entre ellos,

                el mundo se sume en el caos. Desde la guerra del Peloponeso, librada
                antes de nuestra era, hasta la Guerra Fría, que duró más de 40 años,
                pasando por la  Primera y la Segun da Guerra  Mundial, la humanidad ha
                recibido lecciones tan profundas como desoladoras. “El desolvido del
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                pasado sirve de guía para el futuro” . Gracias a la fundación de la ONU
                por parte de nuestros antecesores, el mundo ha vivido más de 70 años en
                una paz relativa. Hemos de perfeccionar los mecanismos e instrumentos
                de los que disponemos para resolver mejor las disput as y controversias, y

                poner punto final al caos de la guerra y a los conflictos.

                    Hermann  Hesse, escritor suizo ganador del Premio Nobel de
                Literatura, dijo: “No hay que servir a la guerra y la destrucción, sino
                a la paz y la reconciliación”. Entre los países han de construirse unas
                relaciones de asociación basadas en el diálogo, no el antagonismo, y en
                la asociación, no el alineamiento. Los grandes países deben  respetarse
                mutuamente en lo concerniente a sus intereses claves y principales
                preocupaciones, gestionar y mantener bajo control las incompatibilidades
                y discrepancias entre ellos, y esforzarse por construir un nuevo tipo de
                relaciones fundadas en la ausencia de conflictos y confrontaciones, así
                como en el respeto recíproco, la cooperación y la ganancia  común. La
                “trampa de Tucídides” puede evitarse, siempre y cuando se persista en la
                comunicación y en el trato sincero. Los grandes países han de tratar a los
                pequeños en pie de igualdad, no con la prepotencia y la coerción propias
                de un tirano. Ningún país puede emprender guerras a  su albur, derrocar
                el imperio internacional de la ley ni abrir la caja de Pandora. Las armas
                nucleares, suspendidas cual espadas de Damocles sobre la humanidad,
                deben ser totalmente prohibidas y eliminadas de una vez por todas, para



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