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LA CONSTRUCCIÓN DE LA FRANJA Y LA RUTA


                   egipcia, babilónica, india y china; tierras en las que convergían budistas,
                   cristianos y musulmanes; y regiones habitadas por gentes de distintas
                   naciones y razas. Gracias a estas rutas, civilizaciones, religiones y razas
                   diversas, buscando puntos en común y aceptando sus diferencias, y con
                   una mentalidad abierta e inclusiva, escribieron juntas una majestuosa
                   epopeya de respeto mutuo y pintaron entre todas un  espléndido lienzo
                   de desarrollo común. Jiuquan, Dunhuang, Turpan, Kashgar, Samarcanda,
                   Bagdad, Constantinopla y otras antiguas ciudades, así como los antiguos
                   puertos de Ningbo, Quanzhou, Guangzhou, Beihai, Colombo, Jeddah
                   y Alejandría, entre otros, constituyen hoy en día elocuentes “fósiles
                   vivientes” de aquel periodo histórico. La historia nos enseña que las
                   civilizaciones se desarrollan en el marco de la apertura y las naciones
                     coexisten mediante la integración mutua.
                        — Aprendizaje mutuo. Las antiguas Rutas de la Seda no eran solo
                   vías comerciales, sino canales para el intercambio de conocimientos. Por
                   ellas se transportaban de China a Occidente sedas, porcelanas, lacas y
                   utensilios de hierro, y llegaban a China, procedentes de diversos lugares,
                   pimienta y otras especias, lino, uvas y granadas; el budismo y el islamismo,
                   así como la astronomía, el calendario, la medicina y la farmacología
                   árabes se introdujeron en China a través de ambas rutas, por las cuales
                   China llevó al resto del mundo sus cuatro g randes inventos y sus técnicas
                   de cría de gusanos de seda. Más importante aún es el hecho de que el
                   intercambio de mercancías y conocimientos trajo consigo nuevas ideas.
                   El budismo, por ejemplo, se originó en la India, se desarrolló en China
                   y fue recibido en herencia por el Sudeste Asiático; y Leibniz, Voltaire
                   y otros pensadores europeos dedicaron efusivos elogios a la cultura
                   confuciana, originaria de China. He ahí el atractivo de los intercambios y
                   los frutos del aprendizaje mutuo.
                        — Beneficio recíproco y ganancia común. Si la antigua Ruta
                   Terrestre de la Seda era el escenario de un espectacular e incesante ir y
                   venir de emisarios y mercaderes, la ruta marítima lo era de la prosperidad
                   simbolizada por las innumerables embarcaciones que surcaban los


                   mares. A lo largo de estas dos grandes arterias de comunicación fluían
                   libremente capitales, tecnologías, recursos humanos y otros elementos
                   de producción, y las mercancías, los recursos, los beneficios, etc. se
                   co mpartían entre todos. Almá-Atá, Samarcanda, Chang’an y otras



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